– El país depende hoy de rutas internacionales por Perú y Chile; la nueva red de COTAS busca añadir velocidad, seguridad y soberanía digital. La obra estará concluida en seis meses.
Bolivia, al no tener salida al mar, depende por completo de conexiones internacionales que llegan a través de países vecinos. La mayor parte del internet que usamos en casas, empresas e instituciones entra a Bolivia desde Perú, a través de un cable submarino que llega a Lurín, en Lima. Desde allí la señal viaja hasta Desaguadero, en la frontera. Otro punto de ingreso es Chile, cuya red llega desde Arica al paso fronterizo de Tambo Quemado.
Desde estos puntos, grandes operadoras bolivianas compran capacidad internacional —los llamados “megas” aunque en realidad son datos— y la distribuyen por redes de fibra que atraviesan montañas, altiplano y valles rumbo a los centros urbanos.
Ese trayecto, aunque vital, tiene limitaciones. Los cables recorren zonas de clima extremo y geografía compleja, lo que los hace vulnerables a derrumbes, lluvias, inundaciones o daños accidentales. Cuando un tramo sufre una interrupción, la conectividad puede verse afectada en todo el país. Aunque existe un sistema de respaldo, actualmente utiliza la misma ruta de ingreso, lo que reduce su eficacia frente a eventos críticos.

SOLUCIÓN
Por ello, la solución más segura es diversificar los puntos de entrada internacional. Y es precisamente lo que está haciendo COTAS con la construcción de una nueva red troncal de fibra óptica que ingresará a Bolivia desde Brasil, por la frontera de Corumbá (Mato Grosso do Sul). Allí se conecta directamente a la red brasileña, que a su vez enlaza con gigantescos centros de datos del Atlántico, una de las regiones de mayor tráfico digital del mundo.
La obra, forma parte de una red interoceánica que unirá Atlántico y Pacífico, conectando Brasil, Bolivia, Perú y Chile. La infraestructura utilizará tecnología DWDM de última generación de Nokia, que permite transportar grandes volúmenes de datos con menor latencia, más velocidad y mayor estabilidad. Además, gran parte del trazado —especialmente el tramo Puerto Quijarro–Santa Cruz— atraviesa llanuras más estables y menos expuestas a fenómenos climáticos, lo que reduce significativamente los riesgos de interrupción.
Esta nueva red fortalecerá la soberanía tecnológica de Bolivia, ampliará su capacidad de conexión internacional y garantizará que, ante cualquier falla o desastre natural, el país cuente con una segunda puerta de acceso a Internet totalmente independiente. La obra está en ejecución y se prevé que esté lista en los próximos seis meses.